Mons. Reig Pla: “Maximiliano María Kolbe al presentarse voluntariamente, celebra su última eucaristía asociándose al sacrificio redentor del que muere y resucita para nuestra salvación”

Hoy, festividad de Nuestra Señora de La Merced, nos acercamos al Corazón de Nuestra Madre con todo nuestro cariño para felicitarla y unirnos en acción de gracias. Según fuentes marianas, el título “Merced” quiere decir, ante todo, “misericordia”. Sus raíces se encuentran en Barcelona, cuando en el siglo XIII, la fe católica de tantos españoles se vio amenazada ante la desesperación ser cautivos de los sarracenos. Apiadándose de los españoles, la Madre de Dios se apareció a San Pedro Nolasco y le pidió que fundara una orden que estaría llamada a liberar a los cristianos. Así surgieron los “mercedarios”, con el apoyo del Rey Jaime I de Aragón, quienes deseaban fervorosamente ser caballeros de la Virgen María y estar al servicio de su obra redentora.
El amor por la Madre de la Merced y su caridad hacia las almas, llevó a muchos de los mercedarios a intercambiar sus vidas por la de los presos y esclavos. Probablemente, el testimonio de estos caballeros de la Virgen nos esté recordando a otro caballero de la Inmaculada que, siglos después, también entregaría su vida por la de otro preso, ofreciéndola hasta el holocausto. Precisamente esta semana, nos lo recuerda el Obispo de Alcalá de Henares, Mons. Juan Antonio Reig Pla, al comienzo de la carta pastoral que ha publicado: “BUSCAD AL SEÑOR Y REVIVIRÁ VUESTRO CORAZÓN (Salmo 68) http://www.obispadoalcala.org/noticiasDEF.php?subaction=showfull&id=1474452573&archive=
Recordando la visita del Santo Padre en la Jornada Mundial de la Juventud al campo de concentración de Auschwiz, Mons. Reig Pla comenta que es una “muestra patente de a dónde puede conducir una sociedad que prescinde de Dios.” “El silencio del Papa Francisco en la celda donde estuvo San Maximiliano María Kolbe es elocuente –señala. – Parece que no tenemos palabras para expresar tanto sufrimiento de inocentes, tanta locura de quienes ordenaban y permitían tantos crímenes. Sin embargo, ante el respeto del silencio emergen las figuras de Santa Teresa Benedicta de la Cruz, judía conversa al cristianismo y San Maximiliano María Kolbe, el apóstol de la Inmaculada.”
El Obispo de Alcalá explica que “Maximiliano María Kolbe, convencido de la resurrección, se intercambia voluntariamente por un padre de familia sentenciado a muerte.” Así, destaca de este “apóstol de la Inmaculada el gesto del amor victorioso.” Remarca que “sólo el amor es más poderoso que la muerte. El amor que nace de la gracia de la redención. El amor que es capaz de ofrecerse en sacrificio asociado a la muerte y resurrección de Cristo.” “Maximiliano María Kolbe al presentarse voluntariamente, celebra su última eucaristía asociándose al sacrificio redentor del que muere y resucita para nuestra salvación. Como María, Inmaculada en su concepción, él no teme ponerse al pie de la cruz. Acepta la inmolación con la esperanza puesta en el cielo, la verdadera justicia de Dios. Sin resurrección de la carne, sin el cielo no habría verdadera justicia. Por eso ante la ignominia del campo de exterminio, escuchando el grito de los inocentes llevados a la muerte, sólo se puede escuchar una palabra: resurrección y cielo; vida eterna en plenitud de gozo junto a Dios. Todas las demás palabras resultan incapaces de responder ante la magnitud del exterminio. De donde se desprende que sólo la misericordia de Dios puede salvar al mundo”- asegura Reig Pla.
Pidámosle a Nuestra Señora de la Merced que siga liberándonos de tantas prisiones que nos ofrece el mundo y de los campos de exterminio en el que mueren tantos inocentes. Que en estos tiempos en que multitudes de cristianos son perseguidos, Ella siga siendo su consuelo, su refugio y su fortaleza. Y renovemos nuestra consagración a la Inmaculada, para que Ella nos libere de todo mal en nosotros y nos haga cautivos sólo de su Inmaculado Corazón.