El año 2017, año en el que se celebra el centenario de la fundación de la Milicia de la Inmaculada, nos invita a valorar la preciosa herencia del pensamiento y de las obras que el p. Kolbe realizó y que consignó a los sucesores. Él hizo que pudiesen continuar existiendo y expandiéndose fundando una asociación, la Milicia de la Inmaculada. Un apecto determinante de la vida de la M. I. lo representa la misión, una dimensión que desde siempre ha caracterizado este movimiento y que representa su pasado y futuro. La misión era y es un aspecto prioritario en el camino de la asociación kolbiana y consiguientemente es importante encuadrar en la óptica misionera el itinerario vivido en estos cien años y también las perspectivas futuras en perfecto estilo kolbiano. He aquí las significativas palabras de San Maximiliano: «La M.I. (ésta es la sigla derivada de la denominación latina: «Militia Immaculatae«, es decir, Milicia de la Inmaculada) tiende, en efecto, a hacer que todos lleguen a ser santos. En toda esta actividad lo que más llama la atención es la orientación mariana, que es la conseccuencia de una exacta comprensión de la misión de la Inmaculada (EK 1220).
La M.I. tiene un proyecto simple y eficaz: ¡la santidad de todos! Esto se consigue rezando, trabajando y ofreciendo el propio compromiso y el propio apostolado, a fin de favorecer un mayor fervor en los creyentes en Cristo, comprometidos en un itinerario sustancioso de fe, y de promover la posibilidad de un camino espiritual en el Señor a quienes están alejados de su amor. Se trata de la respuesta de Kolbe y de sus compañeros ante la delicada situación social, política, económica y religiosa de su tiempo. La M.I. se pone como elemento resolutorio y propulsor a las grandes problemáticas que afligen a la humanidad y a la Iglesia de aquel periodo. Hay que resaltar el extraordinario abandono a la Providencia divina y a María del joven fray Maximiliano y de sus cofrades, quienes, con pocas fuerzas disponibles, soñar y están seguros que la Inmaculada sacará adelante aquel proyecto que ellos vislumbran, en aquel famoso 16 de octubre de 1917, solamente en una fase embrionaria.
Kolbe enseña a quien quiere comprometerse hoy en la misión que es posible utilizar cualquier instrumento legítimo para difundir los contenidos evangelicos. La prensa, la radio, el arte: para el santo no hay límites al anuncio y al testimonio del amor de Cristo y de la Inmaculada. Él trasicende la predicación tradicional, demostrando que el apostolado puede realizarse con los medios más sofisticados, hallados y adaptados para los fines misioneros. En definitiva, para el mártir polaco la evangelización no es algo estandarizado, sino algo dinámico e innovador: ésta se mueve en virtud de las posibilidades de escucha del hombre. El trabajo apostólico no puede tener límites de espacio y de tiempo, se cumple en cualquier lugar y con la máxima participación de personas que comparten el mismo ideal y la misma finalidad evangelizadora. Todo el mundo es tierra de misión, para lo cual es necesaria la mejor formación teológica y cultural a fin de permitir el mejor impacto a los destinatarios del mensaje evangélico. El misionero es aquel que piensa y actúa en grande, sostenido por la gracia divina. Kolbe sueña en grande y por esta razón la M.I. y sus otras iniciativas apostólicas nacen con una finalidad de un alcance amplio y con una dimensión universal. La asociación kolbiana, fiel al mensaje de su fundador, sigue estando animada por la sensibilidad a los “signos del tiempo” y por la búsqueda continua para encontrar medios para un testimonio y una comunicación incisiva y actualizada del mensaje cristiano imperecedero, atravesado por el carismo kolbiano e impregnado de la espiritualidad mariana.
Fr. Raffaele di Muro
Presidente del Centro Internacional de la Milicia de la Inmaculada