El Papa Francisco ante La Inmaculada
El día de la Fiesta de La Inmaculada, como todos los años, el Santo Padre, visita la Plaza de España, en Roma, donde está situada la altísima columna que sostiene la estatua de La Inmaculada, para rendirla una ofrenda floral.
Este año el Papa Francisco en vez de dar un discurso le dedicó a nuestra querida Madre una hermosa y poética plegaria ante su escultura.
El Papa suplicó a María «que el grito de los pobres no nos deje nunca indiferente, que el sufrimiento de los enfermos y necesitados no nos encuentre distraídos, que todos amemos y veneremos toda vida humana».
Reproducimos aquí su oración y el vídeo testimonio de la visita a nuestra Madre.«Virgen Santa e Inmaculada,
A Ti, que eres el honor de nuestro pueblo
Y la guardiana atenta de nuestra ciudad
Nos dirigimos con confianza y amor,
Tú que eres toda bella, ¡Oh María!
El pecado no está en Ti.
Suscita en nosotros un renovado deseo de santidad:
En nuestra palabra brille el esplendor de la verdad,
En nuestras obras resuene el canto de la caridad,
En nuestro cuerpo y en nuestro corazón vivan pureza y caridad,
En nuestra vida se haga presente toda la belleza del Evangelio.
Tú eres toda hermosa, ¡Oh, María!
La palabra de Dios en Ti se ha hecho carne.
Ayúdanos a permanecer en la escucha atenta de la voz del Señor:
El grito de los pobres no nos deje jamás indiferentes,
El sufrimiento de los enfermos y de quien tenga necesidad no nos encuentre distraídos,
La soledad de los ancianos y fragilidad de los niños nos conmuevan,
Cada vida humana sea por todos nosotros siempre amada y venerada.
Tú ere la Toda Bella, ¡Oh, María!
En Ti está la alegría plena de la vida beata con Dios.
Haz que no perdamos el significado de nuestro camino terreno:
La luz amable de la fe ilumine nuestros días,
La fuerza consoladora de la esperanza oriente nuestros pasos,
El calor contagioso del amor anime nuestro corazón,
Que nuestros ojos estén fijos allá, en Dios, donde está la verdadera alegría.
Tú eres la Toda bella. ¡Oh, María!
Escucha nuestras plegarias, y atiende nuestra súplica:
Esté en nosotros la belleza del amor misericordioso de Dios en Jesús,
Sea esta divina belleza la que salve a nosotros, nuestra ciudad, el mundo entero.
Amén»