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El Papa Francisco visitó el campo de concentración de Auschwitz en su tercer día de su viaje apostólico a Polonia. El Pontífice quiso orar en silencio en la misma celda donde murió San Maximiliano María Kolbe, ara del sacrificio de amor que este mártir de la caridad llevó hasta el extremo, aquel 14 de agosto de 1941, víspera de la Asunción de Virgen María. Seis minutos duró esta íntima plegaria del Santo Padre, entre las paredes que abrazaron la santa muerte del P. Kolbe.
San Maximiliano, que ardía en deseos misioneros para conquistar el mundo para Nuestro Señor a través de la Inmaculada, concluyó su misión en esta celda, dedicando hasta su último aliento a extender la gloria de Nuestra Madre Santísima. El P. Konrad Szweda recuerda como “ante el bloque número 15, entre montones de piedras y cacharros” se reunían los presos desnutridos y cubiertos de heridas infectadas. “Entre ellos está el P. Kolbe, apaleado, con la cara llena de cardenales” (Conferencia del PMK, 379-380, Campo de Concentración de Auschwitz). Según su testimonio, para pronunciar su sermón “utiliza como púlpito una carretilla que sirve para llevar las piedras; como sotana y estola tenía harapos llenos de piojos”. “Pero sus palabras son como una espada de doble filo que atraviesa el corazón”- afirma. Sus últimas palabras estuvieron dedicadas a meditar sobre la Inmaculada y su relación con la Santísima Trinidad.
“¿Es posible que la madre abandone a sus hijos cuando sufren y están sumidos en la desgracia? ¿Es posible que la Madre no rodee de una especial atención a los sacerdotes?”. A través de estas palabras, el P. Kolbe remarcaba en sus últimos momentos la estrechísima relación de la Inmaculada con sus hijos sacerdotes, ministros de su Divino Hijo. ¡Qué gran consuelo para aquellas almas consagradas encerradas entre los oscuros muros del campo de concentración! Actualicemos el mensaje de San Maximiliano. ¡Qué gracias no estaría concediendo Nuestra Señora a nuestro Papa Francisco, para toda la Iglesia, durante aquellos minutos de oración en la misma celda en que años antes un santo sacerdote entregaba su alma al Señor ofreciendo su vida por las almas? A pesar de la tristeza que encierra el inmenso dolor que guardan estas paredes… pongamos nuestra confianza en María, como hizo el P. Kolbe y como ha hecho el Santo Padre. Lo que pretendían que fuera un campo de muerte ha resultado ser un semillero de vida. Ofrezcamos nuestra oración en reparación por tanto mal allí cometido… actualizado cada día en los pequeños “Auschwitz” que se están construyendo con el pecado. Y sigamos combatiendo al servicio de la Milicia de la Inmaculada, entregados en cuerpo y alma a su santa voluntad, conquistando el mundo entero para Ella… pues a pesar de la tribulación enraizada en el dolor de tanto mal… la batalla está ganada y la victoria es de Nuestra Reina.
