
Reina del cielo, Madre y Señora,
ya desde ahora te doy mi amor.
Inmaculada, toda belleza,
yo mi pureza consagro a ti.
Toda mi vida, penas y gozos,
a ti, de hinojos, quiero ofrecer:
Virgen María, bendíceme.
Tú eres la puerta que lleva al cielo:
oye mi anhelo, y sálvame.
Tú eres la estrella de mi esperanza,
y en la borrasca guarda mi fe.
Sé tú el rocío de gracia y vida,
fuente escogida de agua caudal;
sé cual palmera en mi arenal.
Cuando mi vida llegue a su ocaso,
yo en tu regazo quiero morir;
y en esa hora de mi agonía,
sé tú la guía de mi bajel.
Y tu medalla bese a porfía,
la que aquel día selló mi amor:
Virgen María, llévame a Dios.