
Como todos los santos, también el Padre Maximiliano María Kolbe profesó singular devoción a San José, el Esposo de la Santísima Virgen María, viendo en él un prototipo de un Caballero de la Inmaculada, completamente dedicado a la vocación recibida por el querer de Dios como Custodio de la Sagrada Familia. En breves palabras, para el Santo de Niepokalanów, San José es un hombre entregado íntegramente a la Inmaculada, plenamente obediente a Dios. He aquí algunas citas que nos ha dejado San Maximiliano en sus conferencias, dedicadas al Nuestro Padre y Señor San José.
Los santos no hicieron otra cosa que reproducir la vida de Jesús. Cuando mejor refleja una persona en sí la imagen del Salvador, tanto mayor es su santificación. Por eso la imitación de Jesús es nuestra tarea. Jesús, durante treinta años, llevó una vida oculta y obedeció a su Santísima Madre y a San José (Lc 2,51). Cuando San José falleció y quedó la Madre Santísima, Jesús le fue obediente. Este es nuestro «amén», ser obedientes a la Santísima Madre (Conferencia de 28 de agosto de 1933).
En cambio, la voluntad divina es infinita e infalible. Y el que más puede hacer por la causa de la Inmaculada es aquél que cumple de la manera más perfecta la voluntad de Dios. Diré algo más: aquél que cumple a la perfección la voluntad de Dios puede afirmar sin reservas que hace tanto, que el Dios todopoderoso e infinito no podría hacer más en su lugar. Así pues, aquél que cumple a la perfección la voluntad divina hace infinitamente más por la felicidad de las almas. Y ese es el camino más perfecto, porque nos lo indicó el propio Jesús. Si hubiese otro, Él lo habría escogido. Él, durante treinta años, fue obediente a la Santísima Madre y a San José, y dijo que siempre cumplía la voluntad del Padre (Jn 8,29) (Conferencia de 18 de abril de 1937).
El Señor Jesús, cuando estuvo en la tierra, lo cumplió todo a la perfección. Pero no encontró nada más perfecto que ser obediente y sumiso durante treinta años (Lc 2,51) a sus propias criaturas: a San José y a la Madre de Dios. Quiso enseñarnos con ello, cuán importante y entrañable le es la obediencia (Conferencia de 31 de julio de 1937).
Procuremos dejar entrar a la Inmaculada en el alma, como lo hizo San José en Belén. Roguemos a San José que podamos consagrarnos, dedicarnos a Ella, estar dispuestos a sacrificarnos y a trabajar por la Inmaculada, como él. Oremos para que sepamos vivir para Ella como San José (Conferencia de 24 de diciembre de 1938).
El P. Maximiliano, siendo todavía el adolescente Mundek, acompañando a sus padres a la eucaristía dominical, les habría dicho: «ahora, yendo con mamá y papá a la iglesia, me parece que no son mamá y papá, sino San José y la Madre de Dios». Siendo un joven clérigo, Maximiliano anotó en sus meditaciones: San José «está por encima de todos los santos (a excepción de la Santísima Virgen María)» […], es un «patrono poderoso».
Uno de sus hermanos reconoció: «el P. Maximiliano amaba a San José, como esposo de la Inmaculada». En el archivo del convento de Niepokalanów podemos encontrarnos con las medallas que llevaba en el cuello el P. Kolbe; una de estas medallas es una medallita con la imagen de San José. Como joven sacerdote, durante sus primeros quince meses de sacerdocio, celebró hasta 45 veces la Santa Misa en un altar dedicado a San José. En las iglesias en las que existían altares dedicados a San José, procuraba celebrar allí la Santa Misa. Lo hizo, por ejemplo, en Osaka, en Japón, el 19 de marzo de 1931, o más tarde en Poznan, el 12 de junio de 1933.
Fray Pelagio, secretario personal de San Maximiliano, recuerda así los tiempos de la Segunda Guerra Mundial: «Nuestro amado padre nos exhortaba fervientemente a la oración incesante a San José. Él mismo también le rezaba y le confiaba a San José el Convento de Niepokalanów, cuya pervivencia tanto le importaba. Procuraba también que cada miércoles se celebrara una Santa Misa votiva a San José. También nosotros, animados por las palabras y el ejemplo de nuestro padre, recurríamos a San José. Cada día, antes de empezar nuestro trabajo, le pedíamos a Él su ayuda y bendición. Desde hacía muchos años, todavía antes de la guerra, cada año antes del 19 de marzo rezábamos la novena a este Santo. Igualmente cada octubre, tras el Santo Rosario, dirigíamos nuestras súplicas ardorosas a San José».
En marzo de 1940, la gendarmería alemana dictó una instrucción para que todos los frailes que hubiesen vuelto antes de enero de 1940 abandonasen a Niepokalanów. En aquel momento se trataba de más de 400 frailes. El P. Maximiliano recomendó que cada uno orase a San José pidiendo la asistencia y ayuda en tal aprieto. Él mismo regateó con el ocupante alemán, escribió cartas, acudió a las oficinas, probando que todos los frailes vivían en Niepokalanów antes del estallido de la guerra. Finalmente, los alemanes desistieron y permitieron a los frailes quedarse dentro del recinto de Niepokalanów.
En otra ocasión, después de la muerte de San Maximiliano, la gendarmería alemana saqueó el convento y muchos frailes estaban convencidos que iban a ser fusilados. En este difícil tiempo empezaron a rezar a San José. Esta fue una intuición de uno de los frailes, que dijo que el Fundador de Niepokalanów hubiese actuado así. Pocas horas después de comenzar las oraciones por intercesión de San José, los frailes fueron liberados y la policía alemana abandonó el lugar.
Maximiliano María Kolbe les enseñaba a los frailes cuán poderoso intercesor es San José y qué culto debemos profesar a aquel a quien el mismo Dios eligió por Custodio de la Inmaculada y de su Hijo Jesús.
(traducción al castellano del artículo “SWIĘTY JÓZEF – WZÓR RYCERZA NIEPOKALANEJ” aparecido el 16.03.2018 en la página web oficial de Niepokalanów: http://niepokalanow.pl/wiadomosci/klasztor-kat/swieci-jozef-i-maksymilian/)