Para que como Jesús, que se hace «pequeño» en la Eucaristía,demos ejemplo de pobreza evangélica en los lugares donde vivimos. San Francisco en la primera amonestación contempla el misterio de la Eucaristía, cómo Jesús se hace presente en la simple forma de pan y de vino. En una carta invita a los frailes, a ser pobres, imitando al Señor en esta dinámica de la kénosis, que cada día tiene lugar en la Misa. San Maximiliano vive esto y justamente de su amor a la Eucaristía saca la fuerza y la inspiración para seguir las huellas de Cristo. En el siguiente artículo el Padre Kolbe revela su espíritu contemplativo y su fe en la presencia real del Señor en el Santísimo Sacramento. Se trata de un artículo que aparece en la versión polaca del Caballero de la Inmaculada en el 1924: «A partir de ese momento el sacrificio de la Santa Misa habitó en la tierra… El sacerdote, sucesor de los Apóstoles, obediente al mandato del Hombre-Dios, repetirá en su memoria, la conmovedora escena de la Última Cena. El pan se convertirá en el Cuerpo vivo de Cristo y el vino en Su santísima Sangre. Y Él, Creador del cielo y de la tierra, Redentor de los hombres, saldrá por los caminos de sus hijos, llevado por las manos del sacerdote» (EK 1059).

Las palabras del santo polaco se refieren a la procesión de Corpus Christi y revelan una profunda fe en la presencia del Señor bajo las especies eucarísticas. Él contempla el misterio por el cual Jesús habita entre los hombres. Es un prodigio de amor que se perpetúa gracias a la Santa Misa y a la acción de los sacerdotes. San Maximiliano llega a comprender profundamente esta realidad extraordinaria gracias a la oración, a la atención con la cual vive la celebración de la Santa Misa, la meditación y la confianza en la Palabra de Dios. Sin duda, la dimensión eucarística es fundamental para la pobreza vivida y predicada por San Maximiliano.

No hay que olvidar la comunión espiritual, que también tiene un gran valor como alimento interior, y debe ser cultivada también en los que no la pueden recibir sacramentalmente. Toda su actividad como ministro de Dios, como fraile y misionero, tanto en la fase formativa como en la de la madurez, «gira» en torno al misterio eucarístico. En la vida apostólica de la Ciudad de la Inmaculada, a menudo los frailes están llamados a unirse entorno al Sacramento.
La pobreza del Padre Kolbe, por lo tanto, tiene como objetivo asemejarse a la de Cristo y a la de Francisco: son sus puntos de referencia absolutos. Sin embargo, proféticamente, vive y enseña un estilo pobre, que también tiene en cuenta la situación cultural y espiritual de la Iglesia y de la Orden de los Frailes Menores Conventuales. Como consecuencia el estilo del religioso se caracteriza por una mezcla de sencillez y de acogida de cuanto el Padre dona. En concreto es necesario confiar incondicionalmente en su Bondad, siguiendo el ejemplo de Cristo y de la Inmaculada, que experimentan un camino de despojo y se ofrecen por el bien de la humanidad. Es la pobreza sobrenatural practicada por San Maximiliano en línea con toda la tradición franciscana, y que representa, a su parecer, también el punto de partida para la renovación de los Frailes Menores Conventuales.
Por lo tanto, se debe poner toda la confianza en Dios y confiar en la protección maternal de la Inmaculada. Esto significa, por lo que se refiere a la dimensión ascética, que debemos «derribar» cada vez más el egoísmo y el egocentrismo, a favor de una gran apertura de mente y de corazón. Ser pobres, según el testimonio y la enseñanza del mártir polaco, significa tomar conciencia de que estamos protegidos y apoyados siempre por el amor de Dios, que se manifiesta a través de la maternidad de María.

El don de sí mismo y la pobreza para Maximiliano nacen de la fuente de la Eucaristía. Se trata de recibir el amor de Cristo y siguiendo su ejemplo nace y se desarrolla una vida espiritual caracterizada por el ofrecimiento y por el hacerse pequeño para la salvación de la humanidad. Miremos, pues, a su profundo deseo de conformarnos al Señor, que nos permite ser extremadamente sensibles y disponibles a aceptar las pobrezas que están a nuestro alrededor, con el fin de beneficiar a los que sufren y buscan nuestro apoyo. La pobreza del santo polaco es la expresión y el resultado de una jornada vivida en el amor de Cristo y en su presencia eucarística. Esto lo ayuda a recorrer un camino de humildad y de apoyo a los pobres, camino que representa una maravillosa profecía en la Iglesia. Para reflexionar¿La participación en la Misa me da la posibilidad de contemplar la pobreza de Cristo?
¿Mi amor por la Eucaristía se expresa en gestos de sencillez y de hospitalidad?
¿Puedo ser un don para los hermanos con el poder de la Eucaristía?
¿El despojo de Cristo es para mí una invitación a recorer un itinerario de esencialidad para ser don para los hermanos?
¿Qué gestos de pobreza me propongo para realizar un significativo crecimiento espiritual?
