Intenciones MI-2015 (Mayo): «La vida consagrada»

Intenciones MI-2015 (Mayo): «La vida consagrada»

05 mayo, 2015 | La MI

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Para que la vida consagradasea sostenida por la acción del Espíritu Santoy su actuar sea expresión del proyecto divino.

 Cuando se habla de los carismas en la teología no significa necesariamente referirse a hechos grandiosos que van más allá del camino ordinario y son una prerrogativa de la vida apostólica de unos pocos. Todos  los poseemos para el bien de la Iglesia, son muchos y responden a sus diversas necesidades. Es bueno reflexionar sobre el hecho de que cada creyente posee elementos carismáticos que enriquecen la actividad de la familia eclesial.
San Pablo se expresa de esta manera: «En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. El Espíritu da a uno la sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según el mismo Espíritu;  a otro, la fe, también el mismo Espíritu. A éste se le da el don de curar, siempre en ese único Espíritu;  a aquél, el don de hacer  milagros; a uno, el don de profecía; a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones del Espíritu; a éste, el don de lenguas; a aquél, el don de interpretarlas.  Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere” (1Cor 12,7-11). Los dones que adornan nuestro bagaje espiritual son muy diferentes unos de otros. Existen aquéllos que son particularmente llamativos como la capacidad de hacer milagros y de curar, pero existen también habilidades menos visibles e igualmente esenciales para la experiencia de la comunidad de los creyentes. Por ejemplo, la profecía, que significa hablar según una lógica divina, y el discernimiento de los espíritus, que ayuda a los hermanos a interpretar a la luz de de Dios la propia experiencia, descubriendo la belleza del propio espíritu. San Pablo nos recuerda también que “Conforme a la gracia que Dios nos ha dado, todos tenemos aptitudes diferentes. El que tiene el don de la profecía, que lo ejerza según la medida de la fe.  El que tiene el don del ministerio, que sirva. El que tiene el don de enseñar, que enseñe. El que tiene el don de exhortación, que exhorte. El que comparte sus bienes, que dé con sencillez. El que preside la comunidad, que lo haga con solicitud. El que practica misericordia, que lo haga con alegría” (Rm 12, 6-8). 

 De este pasaje sabemos de la existencia de otros carismas que son «ordinarios» y  se ejercen de forma continua. Son, por ejemplo, el don de enseñar y exhortar para el bien de los demás, presidir la comunidad o el realizar obras de misericordia para el bien del prójimo. Nuestro espíritu es realmente muy rico y puede donar enormes beneficios a toda la Iglesia. Sin embargo, es necesario practicar de modo constante y correcto todos los dones que -por divina disposición – fuimos adornados. El testimonio del Padre Kolbe va en esta dirección:  día tras día nos comprometemos a construir con paciencia un «tejido» con las pequeñas actitudes buenas que contribuyen a difundir los sentimientos de unidad. La comunión fraterna se debe favorecer también con cuantos pueden ser considerados como «enemigos». La fuerza que viene del Espíritu Santo y la protección maternal de la Virgen le permiten desarrollar los dones propios de su personalidad siempre en vistas del seguimiento y de la predicación del Evangelio, sin caer en el individualismo y en el egoísmo, ampliando y renovando la tan hermosa tradición franciscana en el ámbito del apostolado y de la misión. El ofrecimiento a la Inmaculada es el secreto para la valorización de los talentos. De hecho, quien se convierte en su propiedad ejerce una siempre mayor influencia en el ambiente y estimulará a los demás a conocer más perfectamente a la Inmaculada, para estar más cerca de Ella hasta asemejarse lo más  posible.  

  Para reflexionar  –    ¿Reflexioné alguna vez sobre mis carismas?
  –    ¿Me siento  un “don” para la Iglesia?
  –    ¿Reconozco mis carismas?
  –    ¿En qué modo puedo hacer crecer los carismas que tengo?
  –    Concretamente ¿cómo puedo hacer para enriquecer a la Iglesia?
  –    ¿Reconozco el don que son mis hermanos?
  –    ¿Qué haría Maximiliano Kolbe para custodiar y desarrollar los carismas que Dios dona?