«La gracia restablece progresivamente en nosotros la imagen de Dios, no se opone a la imagen de Dios que está en nosotros, pero viene a transformarla para permitirle ser plenamente ella misma […]. La gracia nos permite vivir al unísono del misterio del corazón de Cristo y de la Santísima Trinidad, al unísono del corazón de María. La gracia cristiana es en efecto una gracia mariana, porque María es instrumento de gracia. Estamos vinculados a María en naturalidad con ella. Por eso, la gracia cristiana reclama el misterio de la Inmaculada Concepción. Es el privilegio de María y, como ella es María, nos vincula a su misterio de tal manera que en el cielo seremos todos inmaculados. Si vivimos con María, somos verdaderamente de su raza, y hay en nosotros un reflejo de su misterio.»
Marie-Dominique Philippe
Fuente: Mariedenazareth.com
