María Madre de la Pascua,Madre de la Alegría.
Solo quién ha experimentado el sufrimiento sabe paladear las alegrías.
Tras el Dolor Máximo que ha supuesto la Pasión y Muerte de Nuestro Señor se aprecia mejor el don infinito de Su Divina Misericordia.La Pascua es el tiempo propicio para ello y para meditar desde La Verdadera Salvación los sinsabores de la vida.Para ser más felices debemos ser más libres de nuestros defectos y la unión con Nuestra Señora es fundamental, de los escritos de San Maximiliano Kolbe:
«Que cada caída, aunque sea gravísima y repetida,nos sirva siempre y solamentecomo escalón hacia una perfección más alta.Por esto sólo, en efecto, la Inmaculada permite una caída,para curarnos del orgullo, de la soberbia,y para empujarnos a la humildad y hacernos de tal maneramás dócil a las gracias divinas.»
Aprendimos de La Pasión de Cristo a llorar como San Pedro al negarle 3 veces o más.Grave fue su caída, graves son las nuestras, pero Cristo Resucitó y Nuestra Señora nos lo presenta después de recibirlo al descender de la Cruz y después de que Resucitó y Ascendió a los cielos.Ella desde su sitio de Esclava del Hijo pide que nos alegremos porque la alegría de Su Hijo es infinita al perdonarnos nuestras caídas.
