La Medalla Milagrosa: milagros de amor

La Medalla Milagrosa: milagros de amor

05 junio, 2012 | La Medalla Milagrosa

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«Es increíble… pero la Medalla Milagrosa no la rechaza nadie, todo el mundo la acoge»- suele decir a menudo una madre de familia que ama mucho a María y que ha podido comprobarlo en varios momentos de su vida. En efecto, la Virgen prometió a Santa Catalina Labouré que quien llevara esta medalla recibiría abundantes gracias; y la experiencia nos dice que la Virgen derrama estas gracias desde el primer momento en que las miradas se posan en su imagen grabada en la Medalla. O… probablemente antes, mientras prepara ese corazón al que quiere abrazar con su Amor de Madre.

Así ha podido vivirlo, inesperadamente, una joven pareja de novios de la Milicia de la Inmaculada, que, terminada la pasada III Asamblea Nacional y aprovechando el bello atardecer de aquel último sábado de mayo, decidieron dar un paseo por la cercana Casa de Campo. Cuando se disponían a volver, al caer la noche, vieron no muy lejos, junto a una carretera, a una mujer «ejerciente» de la prostitución, que había llegado pocos momentos antes y que estaba esperando a sus «clientes». Una de miles, una de tantas en España. Sin embargo, los jóvenes mílites no dudaron de que, la Madre con la que habían pasado aquel sábado tan bendecido, lo era asimismo de aquella pobre mujer, que la quería con el mismo amor. Por ello, impulsivamente, quisieron recordarle a esta hija de Dios que también ella era muy querida por Él. Mientras el joven mílite permaneció algo apartado, rezando el rosario, su compañera se acercó a la mujer y le ofreció una medalla de la Milagrosa, que horas antes había recibido con ocasión de su consagración a la Inmaculada. Asombrada, la señora, de origen suramericano, la aceptó con verdadera devoción. Confesó que ella hablaba cada noche con Dios y con la Virgen, que tenía fe. Varias veces tuvo que secarse alguna lágrima que asomaba en sus ojos. La señora y la mílite conversaron durante un tiempo. «Yo sé que Dios y la Virgen te han enviado para que tú estés aquí esta noche y me estés diciendo esto»- le dijo la mujer a la joven, a lo que ella le dijo: «Eres tú a quien Dios ha puesto en mi camino, porque tú me estás hablando a mí de Dios y de la Virgen también». Pero en todo caso, la misericordia de Dios, por medio de su Madre, quiso hacerse sensiblemente presente en aquella noche para recordarle a la mílite y a la prostituta que toda persona es preciosa a los ojos de Dios, que en la Cruz, Jesús ha dado la vida por todos nosotros y que nuestros pecados están pagados con su sangre. Basta el arrepentimiento sincero para acoger este amor misericordioso. Si aquella mujer se abandonaba en manos de María, como su hija querida, Ella le daría un futuro muy digno y restaurador, a pesar de las dificultades. Prometió quedarse allí sólo diez minutos más en aquella noche y luego marcharse. Y la medalla… quiso ponerla en la cadena de oro de su madre enferma; tenía muy claro que, a la Virgen, le quería dar lo mejor que tenía y ponerla junto a lo que más quería. Las dos almas se fundieron en un abrazo y se despidieron con un beso. Pero los dos mílites aún no sabían que aquella noche la Inmaculada quería servirse de ellos con otras tres de sus hijas más necesitadas…

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