Unida a la hermosa fiesta de la exaltación de la Cruz que celebramos el pasado 14 de septiembre, está la de la Virgen de los Dolores.
Que el sufrimiento de María al pie de la Cruz nos haga crecer en santidad y amor hacia su Hijo y que sepamos agradecer a nuestro Señor que justo en ese momento, en que éramos redimidos, nos entregase a su Madre como Madre de todos nosotros.

¡Ay dolor, dolor, dolor,
por mi hijo y mi Señor!
Yo soy aquella María
del linaje de David:
¡Oíd, hermano, oíd
la gran desventura mía!
A mí me dijo Gabriel
que el Señor era conmigo,
y me dejó sin abrigo
más amarga que la hiel.
Díjome que era bendita
entre todas las nacidas,
y soy de las doloridas
la más triste y afligida.
Decid, hombres que corréis
por la vía mundana,
decidme si visto habéis
igual dolor que mi mal.
Y vosotras que tenéis
padres, hijos y maridos,
ayudadme con mis gemidos,
si es que mejor no podéis.
Llore conmigo la gente,
alegres y atribulados,
por lavar los pecados
mataron a un Inocente.
¡Mataron a mi Señor,
mi redentor verdadero!
, ¿cómo no muero
con tan extremo dolor?
Señora, santa María,
déjame llorar contigo,
pues muere Dios y mi amigo,
y muerta esta mi alegría.
(Himno de vísperas, en la fiesta
de la Virgen de los dolores)