En esta Solemnidad de San José, nuestro Asistente Nacional, Fr. Abel García-Cezón OFMConv nos desea que vivamos con mucho gozo espiritual este día tan precioso de san José, cuando se cumplen los 150 años de su proclamación como patrón de la Iglesia universal por parte del beato Pío IX (concretamente el 8 de diciembre de 1870), el Papa de la declaración dogmática de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María el 8 de diciembre de 1854. Nos anima nuestro Asistente a que vayamos a José, esposo casto y fiel de la Inmaculada, que pongamos nuestras personas, familias, nuestro país, nuestra Milicia, etc., bajo su custodia y protección. Pidamos mucha docilidad a la acción del Espíritu Santo, porque ese fue su secreto: dejar hacer, dejarse conducir, fiarse totalmente de Dios.
Hace dos años ya pudimos hacernos eco de la relación de San Maximiliano con San José. En este sentido, nos podemos preguntar cómo fue la devoción de San Maximiliano María Kolbe al esposo de la Inmaculada, a San José, ya que ciertamente en sus escritos encontraremos pocas referencias al Patriarca. Sin embargo, el pequeño Raimundo Kolbe, desde bien pequeño vivió impregnado de la devoción a San José, que había tenido tanto auge dentro de la Iglesia en los últimos tiempos. A este respecto, aunque es muy conocido el episodio de la aparición de la Inmaculada a San Maximiliano cuando era niño, en el curso de la cual le ofreció las dos coronas, episodio que desveló su madre después de la muerte del santo, sin embargo pocos conocen el final de esta historia. Y es que el pequeño Raimundo habría dicho a su madre: «entonces la Madre de Dios me miró con ternura y desapareció. Ahora cuando voy con mamá y papá a la iglesia, me parece que no son papá y mamá, sino San José y la Madre de Dios».
(Estatua de San José en el jardín del convento de Niepokalanów)

En este sentido, en las obras de San Maximiliano encontraremos algunas menciones a San José. Por ejemplo, escribía en sus apuntes personales en Roma en enero de 1918, poco después de haber fundado la Milicia de la Inmaculada: «cumple bien tus deberes. Imita a San José; defiende a Jesús, a la santa Iglesia y al Papa, según tus posibilidades» (EK 987 B). Un año después, en la misma Roma, el 18 de febrero de 1919, ya habiendo sido ordenado sacerdote, se fijaba en nuestro Padre y Señor: «San José, con excepción de la Madrecita, está por encima de todos los santos» (EK 987 F). El 11 de mayo de 1919 anotaba esta breve jaculatoria: «San José, ruega por mí» (EK 987 K). Y justamente hoy hace 100 años, habiendo recalado en Varsovia, en la fiesta de San José, el 19 de marzo de 1920, reconocía que «V. S. José es un Patrono válido» (EK 987 I).
Por otra parte, sus frailes recordaban que San Maximiliano tenía mucha devoción al Patriarca José. En una conferencia que impartió a los frailes en Niepokalanów, en la vigilia de la Navidad de 1938, lo presentó como modelo de entrega a la Inmaculada – San José, como primer mílite podríamos añadir nosotros:
“Tratemos de introducir a la Inmaculada en el alma como lo hizo San José en Belén. Roguemos a San José que podamos consagrarnos, dedicarnos a Ella, estar dispuestos a sacrificarnos y a trabajar por la Inmaculada, como él. Oremos para que sepamos vivir para Ella como San José” (apuntes del hermano Wawrzyniec Podwapinski).

Por último, podemos destacar que la devoción del p. Kolbe a San José también traslucía en sus gestos. Por ejemplo, el p. Kolbe llevaba una medalla de San José. Como neopresbítero celebró durante los 15 primeros meses siguientes a su ordenación sacerdotal hasta 45 veces la misa en el altar de San José. Siempre que tuvo la ocasión, procuró celebrar misas en las iglesias dedicadas a San José. Por esta razón, esta devoción de San José se vivió mucho en Niepokalanów y en Mugenzai No Sono. Los frailes pudieron experimentar especialmente la protección y la providencia de San José durante la II Guerra Mundial y tras esa guerra, durante el comunismo más duro.
(Capilla de San José en la Basílica de Niepokalanów)